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Hecho por Alejandro Caruso

sábado, 30 de julio de 2011

Perazzo: el principio del fin

El seleccionado juvenil argentino sub20 derrotó a su par mexicano por 1 a 0, con gol de Erik Lamela, en el debut de ambos conjuntos por el Mundial que se disputa en Colombia.


Que la frustración de la derrota en los cuartos de final de la Copa América, jugada como local, caiga en estos adolescentes menores de 20 años, sería lo peor que podría pasar. Como sociedad y a estos mismos jugadores que les pasen la presión por la alegría que los más grandes no pudieron darle a la gente, salvando las distancias, habla de una irresponsabilidad de un país mediocre.

Pero de montarse ese escenario posible no parecería anormal dentro de la anomalía en la que se encuentra el fútbol argentino. Los mismos padres son los que trasladan sus fracasos deportivos a sus hijos, a los que colman de nervios con el único objetivo de ganar como sea. Ni siquiera es algo que se ve en las divisiones inferiores que comienzan en la novena, cuando los chicos alcanzan los 14 años. Es algo que viene desde antes, casi desde que están en sus cunas y vive su punto extremo cuando entra a la mínima competencia amateur.

Y desde allí se explica esta nueva rama de proyectos juveniles, muy diferenciada a la era que José Pekerman (luego continuada por su ayudante y amigo Hugo Tocalli), en la que Argentina consiguió cinco títulos en esta categoría, pero algo mucho más importante que eso: el divertirse mientras uno compite, que es mejor la armonía en un grupo armado que 3 puntos, lo cual conlleva a la conexión colectiva para explotar lo individual. Estos enlaces hicieron nutrir a la Selección Mayor de una gran camada de futbolistas, que quedó muy claro no fueron producto de la suerte, sino que fueron bien apoyados y contenidos en los momentos adecuados para que no se suban al remolino de barahúnda en la que se encuentra este deporte, en la cual hoy si se ve reflejada este equipo sub20.

Si bien obtuvo el triunfo, la impresión que dejó no fue la mejor. Se nota en el entrenador Walter Perazzo. Tiene la cabeza en los escritorios de Viamonte. Más alarmado por su posible casi factible despido que por preparar el equipo para una competencia de primer nivel. Si bien la culpa pasa por los dirigentes dela AFA (otra vez hola Don Julio), quie debido a sus malos manejos a la hora de tomar decisiones y constantes contradicciones, hacen tambalear a todo un cuerpo de trabajo, tanto así que un director técnico tiene casi asegurado su desalojo por más que se consagre campeón.

Justamente lo peor que le puede pasar a Perazzo, quien sabe que está afuera por más que obtenga el primer lugar. Sabe que para él, este primer partido, fue el principio de su fin. La desesperación lo puede llevar a equivocarse, pero él tiene un solo camino, pues nada más esta preparado para ganar. Y lo mismo le transmite a sus dirigidos. Se vio en la forma de plantearle el partido a México. Cedió la posesión de la pelota y aguardó paciente en su campo. Cero intento de triangulación. Cero desbordes y diagonales. Si se ganó fue por un encedido Lamela, quien pareciera que le vino muy bien haberse sacado la mochila del descenso de River para pasar a la Roma de Italia. Un jugador renovado, fresco. El crack que tiene que explotar, que creció con el ingreso del otro "europeo" del plantel Juan Manuel Iturbe. A juntarlos más.

Perazzo ya demostró su conservadurismo durante el Sudamericano. Ahora que no tiene nada que perder. En esta edad no corre el exitismo. Es la hora de unir a estos jóvenes, complementarlos para que cuando lleguen a la Mayor, puedan comprender que la camiseta que portan está por encima de un resultado.

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