La final del Mundial 78 en la que Argentina le ganó 3 a 1 a Holanda, no es poseída por ningún canal local. Crónica y comentario sobre los 120 minutos que nadie puede ver de corrido.
La final de la Copa del Mundo de 1978, en la que Argentina derrotó a Holanda por 3 a 1, disputada el 25 de junio de dicho año en Buenos Aires, fue un partido de gran nivel técnico, más allá de las diferencias en el reglamento y la lentitud con la que se jugaba hace treinta años, ya que los pases a los arqueros que podían recibirlos con sus manos eran marca registrada y esto le quitaba dinamismo al desarrollo del juego.
La final contó con varias llegadas claras de ambos equipos, algo extraño para tratarse de la magnitud de dicho compromiso decisivo, los cuales tienden a ser cerrados y friccionados, aunque por aquellos tiempos la pelota corría más que el jugador.
La situación gubernamental del país anfitrión tensó aún más la necesidad imperiosa y desesperante de obtener un título para traerle un poco de alegría al pueblo en tantos tiempos de impunidad. Justamente por ese presente político, Johan Cruyff había decidido no viajar con el plantel holandés al mundial, aunque tiempo después declararía que su autoexclusión se debía a un problema familiar. Sin embargo, la Naranja llegaba con la base del equipo que había sido subcampeón cuatro años atrás, frente a Alemania.
Desde antes que el árbitro italiano Sergio Gonella pitara el inicio, Daniel Passarella daba indicios de la adrenalina que corría dentro del campo de juego, ya que el capitán de la Albiceleste hizo retrasar el partido unos minutos para pedir que René Van de Kerkhof se quitara el yeso que llevaba en su brazo izquierdo,
En el amanecer de la final, Argentina fue la primera en atacar con un tiro del Kaiser que se fue por arriba del travesaño. Holanda respondió con un cabezazo de Johnny Rep que se fue a unos centímetros del arco, y luego un error defensivo le otorgó la revancha al mismo holandés, pero Ubaldo Fillol envió su disparo al corner.
Al promediar la primera mitad, el combinado local logró asentarse mejor en el terreno de juego, con un Osvaldo Ardiles que estaba hecho un pulpo en el mediocampo, ya que cortaba los avances visitantes y distribuía pelotazos profundos para los contraataques letales. Así fue como Daniel Bertoni desaprovechó un mano a mano frente al 1 holandés. Aunque a los 38 minutos, con un pase de Leopoldo Luque, Mario Kempes penetró en el área y abrió el marcador ante la salida del arquero Jan Jongbloed.
Con la ventaja argentina, la violencia empezó a mermar el fútbol ante la pasividad de Gonella quien dejó que las patadas y choques fuertes aumentaran en forma desmedida. El italiano nunca estuvo a la altura de las circunstancias para castigar las brutales infracciones, porque solamente sacó 4 tarjetas amarillas (Ardiles por Argentina y Ruud Krol, Wim Suurbier y Jan Poortvliet por Holanda) y no castigó a Passarella por cortar el juego con mano.
En el complemento, los visitantes se adueñaron de la posesión del balón, pero como una vez dijo Dante Panzeri, lo importante no es tener la pelota sino saber qué hacer con ella, por lo que el partido se tornó monótono debido a que Argentina no salía del fondo. A nueve minutos para el cierre del cotejo, Van de Kerkhof, por la banda derecha, envió un centro y el recientemente ingresado Dick Nanninga convirtió de cabeza para la igualdad parcial. Cuando sólo quedaba un minuto, la suerte le dio un guiño a Argentina, ya que Rob Rensenbrink estrelló su remate contra el poste.
En la prórroga, los locales salieron a buscarlo. Kempes tuvo una chance clara pero el portero la tapó y en el minuto 15 del primer tiempo suplementario, el Matador tras regatear a tres defensores puso el 2 a 1. Algo que la selección de Países Bajos sintió porque no tuvo reacción. Sólo quedaba tiempo para que, a los 13 minutos del segundo tiempo extra, Bertoni liquidara el match con otro gol.
Argentina, de esta manera, obtuvo su primer título mundial, en un partido que, treinta años después, ningún canal argentino posee con los 120 minutos en su totalidad. A veces cuesta, se hace desear, pero con convicción se consigue el objetivo, que fue un gran desahogo para ese pueblo que necesitaba alegría para abrazarse a la ilusión de ser felices, aunque sea por un instante.
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