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Hecho por Alejandro Caruso

viernes, 21 de octubre de 2011

Lulu, esa cosa rara entre Lou Reed y Metallica

El disco de estas dos leyendas de géneros muy diferentes, que sale a la venta el próximo 31 de octubre, dio como resultado un material curioso. Tiene solo 10 canciones, pero con un promedio de 8 minutos cada una.




Lulu es la creación que salió entre Lou Reed y Metallica. Un álbum largo, de 80 minutos de duración que saldrá a la venta el 31 de octubre, pero ya se puede escuchar desde la página de la banda. Un disco que puede dejar más conforme a los amantes del ex The Velvet Underground que a los metaleros en si.

Todo comenzó en 2009, luego de tocar juntos en el Rock and Roll Hall of Fame, donde Lou Reed le propuso a los 4 grandes del metal grabar un disco juntos. Sería una serie de canciones basadas en la obra del dramaturgo alemán Frank Wedekind, acerca de una bailarina maltratada. A partir de allí, debió haber sido el trabajo más prematuramente juzgado de la historia. La red y los medios especializados colapsaron con juicios de valor casi siempre negativos.

La desventaja básica que poseía, por más sorprendente que fuera, es que de antemano estaba condenado al fracaso por un simple motivo: los metaleros del mundo entero lo iban a recibir como el nuevo disco de Metallica, cuando en realidad no es así y lejos está de serlo.
En total son diez temas con una media general de 8 o 9 minutos cada uno (el más extenso dura 19) y para una generación que quiere hacer todo rápido, acostumbrada a escuchar trash, pueden volverse lentos e impasables. La banda baja considerablemente su velocidad para ir a la par del nuevo vocalista, que suena extraño con el mayor poder de distorsión al fondo.

Desde el comienzo, Brandenburg Gate es un tema más, sin nada interesante, que en otra época podría haberse descartado. The View, fue el corte previamente difundido, en el cual ya se podía comenzar a sentir la monotonía de las canciones. Pumping Blood termina con buenas guitarras, pero para llegar a eso hay que superar los primeros siete largos minutos. Mistress Dread parece un Oasis en el desierto, hasta que Reed arranca el parafraseo y Metallica baja su intensidad. Iced Honey es la más corta de todas, en la cual si bien bajan revoluciones no es tan chocante.

Se supone que lo mejor está en el final y acá encontramos melodías como Frustration, narrada por Reed, bien a lo Juan Moreira, hasta los últimos dos minutos en los que quedan solos Hetfield, Trujillo, Hammett y Ulrich y vuelven los cabezazos al aire; Little Dog, apagada y densa; y Junior Dad, en el que Metallica clava piloto automático y la estrella setentona es feliz como a quien le dan la razón a esa edad.

Redondeando, Hetfield y los suyos estarán orgullosos (como dijo el batero, pueden hacer lo que quieran a esta altura de su carrera) de haber grabado un disco con semejante autor del siglo XX y genio referente en diversos estilos del rock alternativo. Por ello, vale asentir que esta creación se hizo sin la más mínima intención de vender. Fue totalmente artística y por placer. De ahí a que tenga que gustar para sonar como el Álbum Negro, es otra cosa muy distinta.

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