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Hecho por Alejandro Caruso

lunes, 12 de marzo de 2012

El desafío del Rock In Río Buenos Aires

El año que viene desembarcará en Argentina, el Rock In Río en Buenos Aires, lo que será la versión local de uno de los festivales de rock más prestigiosos del mundo, organizada netamente por los brasileños. ¿Cómo lo tomarán las productoras nacionales?


"Después de Brasil, Portugal y España, el mayor festival de música del mundo llega a Argentina", reza el anuncio.




Que en Argentina hay una impronta rockera como en ningún otro lado está muy claro. Que esa pasión y desenfreno por endiosar a los artistas atraviesa la barrera de géneros musicales y edades también lo está. Queda impreso en lo rápido que vuelan las entradas para cualquier megashow que se realice en el país sin importar el costo. Por eso Roger Waters toca 9 veces en River y los llena, Foo Fighters lo hace dos veces con entradas agotadas y años anteriores han repetido las hazañas AC/DC, Rolling Stones y hasta Iron Maiden, en sus incontables oportunidades de visitas quienes hacen sus recitales a sold out.
Esa fascinación frenética con la que acá se los enaltece, desde su recepción en el aeropuerto hasta su partida, habla de habitantes criados en rock, con sangre hirviendo. Ese reflejo hábilmente captado por el brasileño Roberto Medina, mentor y organizador del Rock In Río, hizo que su monstruosa creación pueda tener su versión argentina a partir de 2013.
Su espectáculo en el que no escatima en derrochar prestigiosas leyenda tuvo su primera edición en su país de origen en 1985 y luego de agigantarse tanto en 1991, donde se realizó en el mítico estadio Maracaná, y 2001, a Medina le llegó la oferta para traspasar las fronteras y viajar al Viejo Continente. Fue allí donde mudó su festival a Portugal (Rock In Río Lisboa lleva 4 ediciones y este año será el quinto) y España (Rock In Río Madrid solo se realizó dos veces y en 2012 será la tercera).
Bajo esa óptica decidió pasar al país vecino de Argentina en el año venidero, a fines de septiembre y comienzos de octubre, al aprovechar el Rock In Río que se hará en Brasil desde el 13/9, por lo que muchos artistas que se presenten en tierras cariocas, también lo hagan en la versión porteña.
Pero hacerlo en Buenos Aires representará un desafío gigante. Para evitar quejas de vecinos, el Gobierno ideó llevarlo a cabo en el viejo y entrañable Parque de la Ciudad de Villa Lugano. El punto a favor es que si bien es un parque de diversiones de 120 hectáreas (la Ciudad del Rock, sitio en el que se realizó por última vez en Brasil, aparte de cuatro escenarios bien ubicados para no superponer sonidos, contó con variedad de juegos y atracciones como una “vuelta al mundo”), está abandonado y en desuso desde 2008, pero la Ciudad se comprometió a poner en condiciones las instalaciones, así como fue pactado de antemano que Medina traerá la logística (escenarios, puestos comerciales y cualquier tipo de estructura que sea necesaria). El punto negativo es que la zona no es nada divertida para volverse a la noche. De hecho, los recitales gratuitos que se realizan anualmente durante el verano, en el estadio de Parque Roca (prácticamente queda enfrente) tienen como premisa terminar cuando aún haya luz solar para facilitar el desalojo. Y en una verdadera Ciudad de Rock, justamente la fiesta empieza cuando cae la noche.
Otro de los grandes interrogantes es qué irá a pasar con las productoras nacionales que enriquecen sus bolsillos en pleno florecimiento de la primavera, también abasteciéndose justamente del Rock In Río para traerlos a los Pepsi Music, Personal Fest, Movistar Free Music o recitales propios en GEBA o Malvinas Argentinas. ¿Se resignarán a perder terreno ante el titán verdeamarelo o tratarán de meter sus narices para inflar sus arcas en medio del espectáculo? El resto, el tiempo lo dirá.
Medina invertirá, en el Rock In Río Buenos Aires, 45 millones de dólares. Un vuelto. Cree que en las cinco o seis fechas por las que se extienda el festival, será presenciada por cien mil argentinos por día, con los cuales recuperará la inversión. Ve en sus ideal de productor empresarial que en Argentina, a los recitales masivos van padres hasta con sus hijos pequeños, llámese Paul McCartney, Guns N’ Roses, Sting o Queen sin Freddy Mercury. Que acá pagan lo que sea por una entrada, por presenciar el alabado acontecimiento.
Y desde este sitio, hace menos de un año, se comentaba la imposibilidad de realizar tan magnífico evento. Ahora que llega el mismísimo festival a casa habrá que ver si realmente estamos a la altura de recibirlo (más que nada auditivamente hablando por las reiteradas fallas en conciertos y desatinos de los sonidistas) o se sumerge en el tercermundismo improvisado con el que se hacen las cosas por estas tierras. Esperemos y deseemos que por el astronómico precio que saldrán las entradas y más que nada la pasión e ilusión de esas aproximadas 600 mil personas que asistan, el Rock In Río esté a la altura de sus ediciones hermanas en las demás capitales del mundo que jamás defraudó.

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