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Hecho por Alejandro Caruso

jueves, 16 de agosto de 2012

La audacia de Sabella decoró el triunfo del Seleccionado


Argentina derrotó 3 a 1 a Alemania en Frankfurt con goles de Khedira en contra, Messi y Di María. En el primer tiempo der Stegen le contuvo un penal a La Pulga. Los locales jugaron una hora con 10, por la expulsión de su arquero Zieler.



Cuando Sabella dispuso del ingreso del Kun Agüero al inicio del segundo tiempo fue llamativo, por la supuesta conservaduría que mantiene el ex técnico de Estudiantes, pero aún más fue la audacia con la que decidió jugarse el reemplazo. Con un gol de ventaja y un jugador más, que haría especular con mantener un sistema cauteloso que ya le generaba la posesión de la pelota, hizo entrar al delantero del Manchester City por José Sosa. Estaba ganando y ponía tres puntas.
En esa evidencia quedo plasmada la necesidad de que estos tres monstruos de arriba salgan desde el inicio casi de la mano (siempre que puedan hacerlo, por no estar suspendidos). Messi, Kun y el Pipita Higuaín son la síntesis de la explosión y el entendimiento argentino. Los que posibilitan soluciones en tres cuartos de cancha. Entienden su objetivo de búsqueda constante del arco, solidaridad entre sí, abren y crean espacios con piques cortos persuasivos y sin mirar desprenden ese pase al vacío de memoria, para la sorpresiva aparición del definidor, como sucedió en el gol del astro del Barcelona o las chances del ex delantero de River.
El Seleccionado Nacional había tenido una buena primera mitad, en la que los últimos 30 minutos tuvo el absoluto dominio del juego, pero sin ser del todo claro en ataque ni profundo. Sin desesperarse, volvía a empezar y buscaba por cada sector del campo, pero jamás metía una puñalada para romper el rígido esquema teutón. La única vez que lo logró, Zieler se llevó puesto a Sosa, quien redondeó un buen partido para lo esperado pero aun así debe ser el que sacrifique su posición para el descollante nivel de su atacante sustituto.
Con el tridente todopoderoso, ese monopolio de juego, pasó a ser codificado en situaciones de gol. Así, por decantación, comenzaron a llegar los goles y las jugadas de riesgo. Fueron tres pero podrían haber sido más, de estar más fino Higuaín en la definición o que el palo no sea tan exigente con La Pulga, quien cambió su deslucida imagen de la primera mitad (con su primer penal errado con la Albiceleste, previamente muy anunciado y débil remate rasante para hacer lucir al reciente ingresado der Stegen).
Con Agüero en cancha, Messi se soltó, fue más libre, fue él. En 6 minutos resolvieron un partido, que si bien hacían rato dominaban no podían tomar el oxígeno suficiente para despegarse en el marcador. Las jugadas elaboradas, sostenidas en el mediocampo por Fernando Gago, el referente de la creación, acompañado por Mascherano, quien jugó el mejor partido como volante central en la era Sabella, comenzaron a ser más dinámico hasta que decidieron cerrar el show con un fierrazo de Di María desde 35 metros, cuando varios se desentendieron de esa jugada.
Dicho que la parte ofensiva está llegando a su punto cúlmine de preparación, vale destacar la tarea de los laterales sumándose siempre a la línea de volantes. Tanto Pablo Zabaleta como Marco Rojo, acompañaron cada subida por su sector, mostrándose uno más en ataque. Pero no todo lo que reluce siempre es oro. Porque así como van, también hay que volver. Y el gran déficit de este partido ante una pobre Alemania de recambio, sin sus grandes figuras por diversos motivos, fue sufrir sofocones en el retroceso, con lo partido que quedaba la última línea del mediocampo, que dio grandes espacios que invitaban a un constante desborde germano.
Mientras la dupla en la zaga central de Garay-Fernández pasa tibios sofocones con centros cruzados, pero a su vez continúa aceitándose, en búsqueda de esa solidificación que los consolide como los amos del fondo (y parece bien que el técnico apueste por dos jugadores jóvenes con mucho por recorrer), arriba determinadamente se ve la certeza que M-K-H es indispensable, sin importar el color de la camiseta que esté en frente. Algo de astucia que tuvo Sabella, refutándose juego a juego.

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