Slash
sacó su segundo disco solista, Apocalyptic Love. Esta vez, a deferencia de su
antecesor está íntegramente vocalizado por Myles Kennedy. Sencillamente
demoledor. Desde su etapa en GNR que no sacaba una producción propia con tanto
rock.
El amor
no solo es apocalíptico, el segundo disco que acaba de sacar Slash también lo
es. Capaz de llevarte a vivir en 1985 cual Delorean, pero más pesado y
elaborado. Y cúanto sirvió en que Myles Kennedy se haga cargo de las trece
canciones para centralizarse en un género definido y no ir variándolo según su
intérprete como sucedió con su progenitor.
Esto es
hard rock de la nueva era. No tan de garaje, sí mucho más remasterizado, que le
da una prolijidad digna de crecimiento y evolución al violero de galera. Cuando
te imaginás que está en su techo, te pega con el diapasón en la cabeza para
demostrarse, demostrarte y demostrarle (sí, a él también ¡vamos, sabemos de
quién estoy hablando!), que puede superarse a sí mismo y a todos los que se
pongan adelante. Sin obstáculos, sin rivales. ¿Pero entonces alcanzó la
perfección? Yo creo que no y que aún tiene mucho camino por recorrer y por deleitar.
Ahora el
soporte sonoro rebautizado como Los Conspiradores, totalmente definido con ToddKerns en el bajo y coros y Bren Fitz en batería, con el vocalista de AlterBridge, quien compuso las letras basándose en algunas experiencias con drogas
(si eso no es rock, ¿el rock dónde está?), definen un equipo que juega de
memoria. Posiblemente las críticas del disco carezcan de objetividad si lo
escucha un Axl-fanático resentido, pero lo cierto es que volvió a sus raíces,
tal como el violero declaró en una revista norteamericana, durante la grabación
del álbum, no se sentía tan feliz desde aquellos principios con Guns N’ Roses.
Y esa felicidad, esa frescura, se siente en cada riff.
El
primero del track list es el tema que da nombre a la placa. Hard rock en estado
puro, las notas del hombre de rulos de la mano de las cuerdas vocales de
Kennedy, pisan el acelerador y se frenan juntas, mientras los laderos
conspiradores marcan el ritmo de fondo. Continúa con la onda, la rápida y
vertiginosa One Last Thrill, que no da un puto respiro, con una base acelerada
para mover sutilmente la cadera y desplazar la punta del pie hábil levantándolo
para golpear de nuevo con el suelo. Una de esas canciones que a los que no les
gusta mínimamente les parece simpática. Pero al que no le gusta, posiblemente
sea declarado enemigo de la música.
El tercer
tema es Standing In The Sun, baja la velocidad, pero no intensidad. El cuarto
es You’re a Lie, primer corte de difusión, que salió a la luz hace dos meses
pero parece un clásico inmortalizado. Definitivamente EL tema del disco. Otra
vez volvemos al hard rock de garaje pero no solo musicalmente, sino también en
cuanto a letras con mensaje agresivo mediante andate a la mierda, sos una
mentira y te podés ir de mi vida para no volver nunca más (¿suena el teléfono en
una mansión de Malibú?).
No More
Heros va elevándote de menos a más, como si empezaras sentado y después estás
pegándole piñas a las nubes. Halo es un blues metalizado. En We Will Roam,
puede ser que baje el nivel, es la hipérbole de Apocalyptic Love, el punto más
flaco para levantar nuevamente. Anastasia, la canción más larga, con mutación
de guitarra rítmica a viola distorsionada incluida y un tapping conocido por
haberlo ensayado en su solo de The Godfather durante su última gira alrededor
del mundo.
El
noveno lugar lo ocupa Not For Me, otro de los puntos altos, melancolía pura,
voz grave y calma de Myles (a quien hay que destacarle el protagonismo y la
impronta con la que se acopló al proyecto), la balada infaltable que más
se acerca a eso. Bad Rain, otro tema con
base blusera transformado en rock, que te hace bailar arriba de la mesa,
bajarte y darle una patada a la silla, mientras el monstruo abusa del guagua.
Las canciones gemelas son el ying yang del disco (Hard & Fast y Far & Away)
y cuando el poder de los hermanos gemelos se activa, son lo complementario para
dejar siempre a alguien satisfecho. Por simple gusto, me quedo con la primera,
a quienes no les guste la violencia, les va a gustar más la segunda.
El
último track es la desafiante Shots Fired, la más Snakepit de todas, con el
solo más veloz de las 13 composiciones. Para el bonus quedan Carolina y Crazy
Life, homenajes al rock n’ fuckin’ roll con el que estas bestias se criaron en
su adolescencia.
Una
horita de música que se digiere fácil y rica. Slash patea traseros con todo su repertorio y
sigue sacando varias sorpresas de la galera. Entonces solo queda por esperar
que el animal de las seis cuerdas llegue con su pequeño y humilde circo adonde
carajo te encuentres para transformar tu vida en el verdadero apocalipsis del
rock.
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