Foto extraída de SlashArg
Como en el verdadero Roxy norteamericano se juntaron dos potencias de las seis cuerdas. Sí, si te gusta tocar o escuchar una guitarra y no estuviste en el microestadio Malvinas Argentinas de Argentinos Jrs te perdiste una velada épica, única, irrepetible y posiblemente inigualable. Dos de los mejores guitarristas del mundo, juntos, fusionando su sonido en un solo momento, para el delirio y efervescencia aún de esas 5 mil almas que detonaron el barrio de Paternal.
Y no se trata de entrar en una absurda comparación de ver quién es el mejor, más veloz y virtuoso entre esos dos animales que enloquecen con sus notas. Es cuestión de hacer silencio y disfrutar con esa charla, que aunque no omitan palabra, con su música no hacen más que llevar un diálogo ameno sobre una base de blues realizada por los Conspiradores (incluido Myles Kennedy en otra guitarra), uno de las jams más rockeras que haya sonado en suelo argentino.
Entonces qué cerca está el primer mundo! A un par de metros sobre un escenario, detonándose en una zapada bíblica. Dos Guitar Heros, o un Guitar Hero y un Guitar God. Quedará para análisis personal, según sus gustos y estilos quién es el más apetecible de esas dos bestias. Uno más metalero, el otro más bañado en el hard rock callejero. Si sería un partido de fútbol, es empate mil a mil y definición infinita de penales convertidos. Pero ellos se tiran paredes con sus solos. Y pueden dar fe que en cada punteo llegan al mejor gol.
Dentro de ese contexto hubo un show de Slash, que fue de lo más enérgico que le tocó dar sobre estas tierras. Con la excusa de la presentación de su segundo álbum solista (Apocalyptic Love) en un set de dos horas pateó varios culos, sobre sus detractores que lo ponen en cuestión y lo descalifican por haber colaborado con otros artistas que no son de su género. Ayer se vio la respuesta. El puto amo de la viola. Transpira rock. La extensión de sus cuerdas se te meten por las venas hasta hacerte explotarte la aorta. Salta, corre, saca la lengua con sus clásicos pasos. Es feliz y da felicidad.
Se sabe que el microestadio Malvinas no está hecho para una acústica escuchable, pero poco le interesa a la gente, que arma fiesta y una gran conexión arriba y abajo. Con el cambio en la formación de Frank Sidoris por Bobby Schnek, consigue una imagen más agresiva, que no es solo visual sino auditiva. Un impacto mayor en la música que lo mueve un casillero al metal, aunque Slash demuestre ser el rey del rock de garage con esos 6 clásicos inoxidables de Appetite For Destruction.
Las primeras fueron Halo, Nightrain, Ghost, Standing In The Sun, Back From Cali y Just Like Anything, con un Myles muy cómodo en la voz, completamente aceitado por el respaldo del líder de la agrupación. Se lo nota menos contenido y ahora sí, él también se siente parte de esta fiesta, por más que no sea el principal agasajado. Acepta con alegría ser el 2 y se ve claramente en la química de la banda.
Continuaron Nothing To Say (grata sorpresa en la lista), Rocket Queen, Apocalyptic Love y Note For Me. Allí Myles paró la bocha y presentó al bajista Todd "Dammitd" Kerns para Dr Alibi y disfrazarse bajo la voz grave de Lemmy Kilmeister de Motorhead, y luego You're Crazy con la voz aguda de Axl. Sin dudas, no llega a los tonos del cantante de GNR, pero le da su estilo y también tiene su rol protagónico en esta fiesta del rock. Otro del que no se puede dejar de mencionar es el baterista, el pulpo Brent Fitz, que le pega a todo lo que se mueve cerca, casi como si tuviera 4 brazos.
Continuaron No More Heros, Starlight, el mencionado blues jam con Zakk Wylde, Anastasia (la más power metal de su nuevo disco), You're a Lie, Sweet Child y Slither.
Pero eso no era todo y aún quedaba lo mejor. Al reaparecer en escena, Slash en un castellano forzoso nos da la bienvenida a la jungla. El combo Welcome to the Jungle-Paradise City (con lluvia de papelitos) en los bises es letal y le llega al corazón de cualquiera que le guste el rock.
Antes de todo lo anterior dicho, teloneó Black Label Society, que fue el aperitivo ideal para el plato fuerte y dejar bien caliente el escenario. Hubo algunas manchas negras ajenas a los integrantes del grupo, ya que por breves instantes falló el micrófono de Zakk Fuckin' Wylde, pero rápidamente fue arreglado, si bien vale destacar el suceso para nada menor. Realizaron un bestial heavy metal internacional, con muchas intros de sonidos trillados para que la escena nunca esté muda.
Pero no solo el Vikingo es el alma de la banda, sus otros tres miembros, muy similares a motoqueros ruteros norteamericanos, son su sostén perfecto para que pueda lucirse, más que nada el bajista John De Servio que golpea su instrumento con cierta criminalidad y la segunda guitarra Nick Catanese, similar físicamente a Corvata de Carajo, pero bastante más subido de peso. Set descomunal con pelotas BLS negras al público y un Zakk intratable, dando una clase de tapping, persignándose y golpeándose el pecho cual King Kong, quien hipnotiza no solo por los colores de su Flining V, sino también por la forma en la que transmite la música.
Así se cerró y empezó la tarde/noche en la que la Les Paul de Slash y la viola de Wylde tuvieron su amor apocalíptico. Y dar las gracias porque haya sido en Argentina.